A las 12:00 en el bar

A las 12:00 en el bar

Han pasado seis años desde aquella noche que cambió la vida de Santiago, un joven universitario que trabajaba en un bar para poder costear sus estudios. Durante la semana, el bar apenas tenía clientes, pero los fines de semana todo cambiaba con la llegada de los festejos nocturnos. Sin embargo, una noche de martes, justo antes del final de su turno, todo fue diferente.

Eran casi las 12:00 pm, la hora en que Santiago terminaba su jornada y esperaba la llegada de Carlos, su compañero de trabajo. Como de costumbre, Santiago se alistó para irse, pero Carlos no aparecía. Mientras esperaba, un hombre alto con sombrero entró al bar. Aunque algo en el hombre le hizo sentir inquietud, Santiago decidió atenderlo.

El extraño, con una voz temblorosa y apagada, pidió una cerveza y una caja de cigarrillos. Santiago se los entregó, y el hombre se sentó en una de las mesas del fondo, justo donde una bombilla no funcionaba, ocultando su rostro en las sombras. Cuando Santiago encendió el cigarro del hombre, lo vio, y lo que vio lo dejó marcado para siempre.

El hombre no tenía ojos, y su cara estaba horriblemente desfigurada por profundas cortadas. Santiago sintió el terror apoderarse de él mientras el extraño inhalaba profundamente del cigarro y exhalaba el humo directamente en su cara. En ese momento, Santiago deseó no haber visto nada, deseó haber mentido y decir que el bar ya estaba cerrado. La angustia lo consumió mientras esperaba desesperadamente que Carlos llegara.

Finalmente, la campana de la puerta sonó, anunciando la llegada de Carlos. Pero cuando Santiago parpadeó, el hombre había desaparecido. Confundido y aterrorizado, Santiago le contó lo sucedido a Carlos, quien al principio parecía incrédulo. Sin embargo, Carlos le mostró un antiguo recorte de periódico que hablaba de un asesinato brutal que ocurrió en ese mismo bar, en la misma mesa. Una pandilla había matado a un hombre allí, arrancándole los ojos y dejándolo en un charco de sangre junto a una botella de cerveza rota y un paquete de cigarrillos.

Desde esa noche, Santiago robó una copia de las llaves del bar para asegurarse de nunca más quedarse solo hasta tan tarde. La llegada tardía de Carlos cada noche ya no era un misterio, sino un reflejo del miedo que ambos compartían. Santiago nunca olvidará esa noche ni el terror que sintió al ver algo que nunca debió haber visto.