Reflejos del Más Allá

Reflejos del Más Allá

Isabel y su hermana mayor, Nieves, pasan el verano en una casa sin la vigilancia de los padres, acompañadas por su prima Merche y su amigo Jorge. A ellos se unen Belén y Miki, dos hermanos que se han hecho amigos de la familia. En un intento de pasar una noche diferente, deciden jugar a la ouija, improvisando un tablero con letras recortadas de libretas y utilizando un vaso para comunicarse con el mundo de los espíritus. Lo que comienza como un juego entre risas y bromas, pronto se convierte en una experiencia aterradora.

Cuando Nieves, la más sensata del grupo, pide que todos se concentren, la atmósfera en la habitación cambia drásticamente. Miki, hasta entonces relajado, se convierte en el centro de atención cuando empieza a golpear rítmicamente el vaso, con una mirada perdida y fija. Isabel, sentada a su lado, intenta romper el trance de Miki sin éxito, y finalmente, Miki se desmaya sobre la mesa. Mientras lo trasladan al sofá, el grupo se percata de dos cosas inquietantes: lágrimas caen de sus ojos cerrados y una risa siniestra, femenina y malévola, escapa de su boca entreabierta.

Desesperados, piden ayuda a Merche, quien tiene reputación de poseer ciertos poderes heredados de su madre, una mujer que muchos consideran una bruja. Merche se concentra, sale al balcón para preparar su mente, y luego regresa a la habitación. Con una voz autoritaria, ordena a Miki que despierte. Tras una lucha interna, Miki abre los ojos, pero se siente mareado y extraño, incapaz de recordar lo sucedido. Cuando Isabel le pregunta qué sintió, Miki solo puede describir una sensación de frío y calor, seguida de un vacío oscuro.

Mientras intentan consolar a Miki, Isabel comienza a desmontar la mesa de la ouija, tirando las letras recortadas a la basura. Sin embargo, una letra en particular, la "I", llama su atención. El aceite derramado sobre la mesa ha creado una mancha en forma de un fantasma infantil en la letra. Al darle la vuelta, Isabel se da cuenta de que el fantasma sonríe, mientras que en el otro lado, el fantasma tiene la boca hacia abajo, como si estuviera triste. Esta revelación la conecta inmediatamente con las lágrimas y la risa de Miki durante su trance. Isabel siente un escalofrío al darse cuenta de la relación entre estos detalles, una conexión que no percibió hasta que una amiga se lo señaló días después.

Según la tradición, el vaso utilizado en una sesión de ouija debe romperse para liberar al espíritu que ha sido invocado. Ellos lo lanzan desde un tercer piso, pero el vaso no se rompe. Algo oscuro y sin resolver queda en el aire, y la sensación de que no todo ha terminado persigue a los amigos mucho después de esa noche aterradora.